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bozke nace de la idea de que los objetos pueden hacer más, y también ser más.

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origen

 

hay preguntas que nacen con obsesiones.
y obsesiones que nacen de incomodidad.
la mía surgió del roce constante con algo que no encajaba.

no de una idea clara, sino de una incomodidad persistente.

 

durante años estuve inmerso en la industria tecnológica.
todo parecía apuntar al progreso: sensores, automatización, eficiencia, control.
pero detrás de la fachada del “avance” encontré algo que me incomodó profundamente:
la innovación se convirtió en una palabra vacía, convertida en ornamento.
las decisiones no se guiaban por la calidad, ni por la mejora real de la calidad de vida o del entorno.
se guiaban por la velocidad, la escala, lógica repetitiva del growth at all costs.


vi cómo la sostenibilidad se volvió un eslogan.
cómo se generaban miles de productos sin reflexión, sin permanencia.
no quise seguir ahí.

empecé a cuestionar.
y lo primero que se quebró fue la idea de funcionalidad.

 

¿funcionar es detectar? ¿sensar? ¿cumplir requisitos específicos?
¿o es afectar, alterar algo más profundo en quien experimenta un espacio?

entendí que el verdadero punto de inflexión no estaba en el medir movimiento o en la recopilación de datos.

no estaba en provocar a los sensores, sino en provocar nuestros sentidos.


automatizar es solo una capa.

tenía que desprenderme del concepto de funcionalidad en la tecnología,

porque yo quería alterar cómo se siente una persona al habitar, para moldear estados de ánimo desde el origen sensorial de la experiencia.

 

la luz.
sutil, pero absolutamente determinante.
me hizo repensar todo.
desde que tengo memoria, cuido obsesivamente la iluminación en mis espacios.

luz blanca, cálida, roja, envolvente, focal, atmosférica, ……

puede hacerte sentir en calma, en tensión, en tránsito,  …..

y no bastaba con una app, LEDs genéricos o sistemas “inteligentes” que solo replican patrones.

estudié la óptica, colorimetría, percepción neuronal.
empecé a observar cómo la luz cambia cuando atraviesa materia específica y lo que eso me hacía sentir y a otros.
vitrales, materiales translúcidos, texturas que no solo tiñen la luz, sino que la moldean y crean iluminación curada.
ahí entendí que, si quería alterar estados de ánimo, debía diseñar a partir de iluminación curada, no programada.
construida desde la materia, no desde lo digital.
 

no partí solo desde la tecnología.
el camino me fue llevando; consciente, curioso, incómodo,  ….
a hacer preguntas que no cabían en códigos ni sensores.
que para alterar cómo se habita un espacio,
tenía que alterar cómo se siente.
y para lograrlo, no bastaba con algoritmos.
necesitaba los métodos del diseño,
la profundidad del arte,
y la conciencia de la ciencia.
para integrarlos como fundamentos y crear desde estos.


emergían preguntas,
si este artefacto ocupa espacio, ¿por qué no permitirle contenerlo también?

contener plantas, objetos, recuerdos ó el vacío.
¿por qué no dejar a la interpretación de la persona sin imponer un uso?
 

fue cuando vi lo significativo de este aprovechamiento y pensé:
si un artefacto genera luz, ¿puede esa luz aprovecharse aún más?

 

aprovechar.
no como sinónimo de explotación.
sino como sinónimo de resonar.
aprovechar lo que ya existe, sin inventar una excusa para existir.
aprovechar esa luz ya presente, para darle otra dimensión.

 

recubrí con nanotecnología fotocatalítica el cuerpo de acero.
una membrana capaz de transformar la luz en purificación.
luz que no solo ilumina, sino que limpia.
que aminora contaminantes, alérgenos, bacterias, virus, partículas nocivas.
 

no era sumar funciones.
era entender que cada capa tiene sentido si nace de la anterior.
si hay un flujo invisible entre materia, intención y experiencia.

 

los artefactos de bozke no buscan asombrar por su complejidad.
buscan amplificar tus sentidos.
desde lo más tangible, hasta lo más atmosférico.

y todo esto, sin dejar de ser consciente.
con materiales trazables, con procesos justos, con una lógica de permanencia.


no es sobre “hacer producto”.
es sobre crear relaciones con lo que habitamos.

la funcionalidad no se opone al arte, diseño, ciencia o tecnología.
se amplifica cuando se deja atravesar por ellos.

 

bozke, es esa intersección.
un estudio en donde la función ya no se mide por lo que hace,
sino por lo que provoca.

 

raúl ambrízco

aka xaenyaa

un artefacto no debería limitarse a una sola función, un solo sentido, o una sola interpretación.

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